Completamente deshabitada la mujer azul se despierta, cruje su espalda, arrastra la somnolencia hacia la cocina y sorbe café, sorbe y piensa.
Deshabitada, inerte, seca prepara la tostada de la desvergüenza.
El jugo cítrico la calienta, negra su alma, podrida su esencia busca en los cajones desobedientes, torpes, callados, beben de la mujer azul, su ventana y su mesa.
Pasan los días todo se congela. Busca en el silencio, lame las grietas, golpea el pasillo, calla, grita y espera el portazo del olvido para calmar su ausencia. De pronto, alguien entra y completamente deshabitada, de nuevo, la mujer azul se despierta.