Vidas que se cruzan como líneas trazadas en un plano. La vida son breves encuentros que nos proporcionan pequeños momentos de felicidad. ¿Qué habría ocurrido si hubiera tomado la decisión que me dictaba el corazón en lugar de hacer lo que se esperaba de mí? Líneas y más líneas que se cruzan… ¿qué esperamos del amor?, ¿a dónde nos llevará una mirada, una sonrisa con ese ser desconocido que tenemos en frente?… Y más líneas que se cruzan sobre el plano blanco… El miedo al compromiso, o quizás no el miedo sino el puro hartazgo que produce ese compromiso. Saber que no eres tú sino una réplica de lo que se entiende que tienes que ser tú… Y más líneas que se cruzan.
Lo inesperado. El amor con toda su fuerza irrumpe en nuestras vidas sin avisar… Y sentirse por amor protegido. Y por amor perder la vida. Y en esas líneas que se cruzan, saber, ser consciente de que querrías que ahora tú línea, la que te ha tocado, la que representa con exactitud todo lo que piensas y sientes, se detenga en este punto para siempre, con ella, con él… con ese él y esa ella soñados… pero a la vez sabes que eso no va a ocurrir. Porque nunca ocurre.
Amar es el acto más soberbio y perfecto que pueda existir, es hacer arte con una mirada, una palabra, un leve gesto de cabeza. Los seres humanos inventamos la más perfecta de las emociones, la única que determina de verdad lo que somos y cómo seremos en el futuro… las líneas que se cruzan, que convergen en un punto tan efímero como inmortal. La perfecta y breve eternidad.
Si pudiera escoger me quedaría aquí, contigo, para siempre. Pero no puedo escoger. Ayúdame. Te necesito. Te quiero. Te querré.
Las líneas se cruzan sobre el plano, sobre la hoja en blanco… Durante la breve convergencia de dos líneas, de nuestras líneas, jugamos al Cíclope, mientras nos besamos. Tus dos ojos se convierten en uno…
Líneas y más líneas que se cruzan. Te quise, te quiero… te querré siempre.